Aurelio García Macías: La urgencia de la renovación espiritual

Entrevista de Carme Munté Margalef

Mons. Aurelio García Macías es originario de la archidiócesis de Valladolid. Cuando, todavía diácono, su entonces arzobispo D. José Delicado decidió enviarle a estudiar liturgia a Roma, al Instituto Litúrgico Pontificio de San Anselmo, se sintió un poco contrariado, pero, obediente a lo dispuesto por su pastor diocesano, se sumergió en un mundo que se fue demostrando apasionante para él y, poco a poco, campo para su fecundo servicio a la Iglesia, primero en su diócesis de origen y desde hace algunos años en el Vaticano.

Es obispo titular de Rotdon y Subsecretario de la Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, organismo encargado de custodiar y promover la reforma litúrgica del rito romano, querida por el Concilio Vaticano II.

Siendo joven se fue a Roma a estudiar liturgia. ¿Qué le apasionó tanto de la liturgia, hasta acabar por convertirla en su dedicación?

Pertenezco a una generación que no fue muy educada en la liturgia durante los años del seminario, al menos esa fue mi experiencia. En el ámbito académico, se daba más importancia a otras materias teológicas. En el ámbito espiritual, reinaba una incierta creatividad en las celebraciones y, por supuesto, la liturgia no era la fuente primaria de la vida espiritual. Sin embargo, al acoger la invitación de mi Arzobispo para realizar los estudios superiores de liturgia en el Anselmianum de Roma, pronto descubrí que en la liturgia confluían todas las demás materias estudiadas durante los estudios teológicos: la Sagrada Escritura, la mariología, la escatología, etc.; y la liturgia aparecía ante mí como una verdadera síntesis de todo el saber teológico; más aún, como la teología de la Iglesia expresada en forma de oración y fuente primaria de mi vida espiritual.

¿Desde la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se sienten custodios de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II?

Ciertamente este es el objetivo primario de esta Congregación de la Curia romana: promover y regular la liturgia de la Iglesia, según la renovación querida por el Concilio Vaticano II. Por eso, se está en constante contacto y diálogo con cada uno de los obispos y de las conferencias episcopales para ayudar en la comprensión de la recta aplicación de los principios de la reforma litúrgica e iluminar posibles dificultades ante las nuevas situaciones. En este sentido, es muy importante el encuentro con los obispos de todo el mundo durante las visitas ad limina Apostolorum y la reflexión que va haciendo el Dicasterio, publicada en las diversas instrucciones y documentos a lo largo de las últimas décadas.

La liturgia es la fuente primaria de nuestra vida espiritual

A 60 años de la renovación litúrgica, ¿existe la necesidad de consolidarla y cimentarla?

La renovación o reforma de los libros litúrgicos ya ha finalizado; ahora es tiempo de profundizar y vivir lo ya reformado. El gran reto de la Iglesia actual es consolidar la vida espiritual de cada uno de los creyentes bautizados en Cristo. A veces damos por supuesto muchas cosas y, en ocasiones, no se puede presuponer ni lo básico. Es urgente una renovación espiritual en toda la Iglesia. Y para este cometido es básico y primordial comprender y vivir la liturgia, porque es la fuente primaria de nuestra vida espiritual que une y unifica a todos los católicos. Hay diversas «espiritualidades», con minúscula, en la Iglesia, como propuestas libres que pueden ayudar a los fieles; pero hay una «Espiritualidad», con mayúsculas, que une y unifica a todos, y esta es la liturgia.

¿Cómo ayudar a los fieles a entrar en la esencia de la liturgia?

Necesitamos intensificar la formación litúrgica de todo el Pueblo de Dios. Ya lo decía san Juan Pablo II al cumplirse el 25 aniversario de la promulgación de la Constitución Sacrosanctum Concilium, en 1988: «El cometido más urgente es el de la formación bíblica y litúrgica del Pueblo de Dios: pastores y fieles» (Vicessimus quintus annus 15). Yo diría más, necesitamos una iniciación litúrgica. Recuerdo cuando me puse por primera vez ante un ordenador. Gracias a la ayuda de un compañero fui aprendiendo la función de cada una de las teclas y superando errores, hasta que finalmente, después de un tiempo, puedes campar y progresar solo por este mundo digital. ¿Quién nos inicia en la vida de la liturgia? Este es también uno de los retos más importantes en el proceso catequético actual.

Necesitamos una iniciación litúrgica

¿Somos suficientemente conscientes de que en cada misa celebramos el misterio pascual? ¿Cómo ayudar a tener una vivencia más consciente?

Hemos de ser mucho más conscientes de todo esto. Si conociéramos el contenido de las oraciones del Misal Romano y el rico patrimonio eucológico de la liturgia romana, advertiríamos que la clave de nuestras celebraciones es la actualización de la obra de la Redención acontecida en el misterio pascual de Jesucristo y prolongada en el tiempo en la liturgia. La liturgia no es un entretenimiento; es una experiencia espiritual que transforma. En ella se proclama la Palabra de Dios que es «viva y eficaz», es decir, que cuando se escucha actúa en el interior del fiel receptivo a ella. En cada misa se comulga al mismo Cristo, presente en las especies eucarísticas: ¡El mismo Cristo en nosotros! ¡Cómo minusvalorar esta experiencia sacramental! Hemos de recuperar el sentido teologal y espiritual de la liturgia.

La dimensión comunitaria de la liturgia se ha visto entorpecida por las restricciones derivadas de la pandemia. ¿Cómo recuperarla? ¿La Covid-19 es también una oportunidad para realzarla?

Estamos viviendo una situación «extraordinaria» por motivo de la actual pandemia, que impide el desarrollo «ordinario» de la celebración litúrgica. Las restricciones exigidas impiden, en muchos casos, la genuina dimensión comunitaria de las celebraciones. Pero se trata de algo ocasional, como en otros momentos históricos. Es evidente que, en cuanto se pueda, la propia celebración litúrgica nos ayudará a redescubrir el sentido comunitario del «nosotros» eclesial que celebra.

Celebrar y vivir lo que la Iglesia nos indica cada día del año

También se ha dado una cierta tendencia a recuperar formas anteriores, la liturgia tradicional. En este sentido, ¿cuál es la trascendencia del motu proprio del papa Francisco Traditionis custodes, de 16 julio de 2021?

El Santo Padre Francisco ha querido regular el uso del Misal Romano anterior a la reforma del Concilio Vaticano II. Dicho Concilio afirmó que el obispo es el moderador, custodio y promotor de toda la vida litúrgica en su diócesis. El papa Francisco, siguiendo esta voluntad del Concilio Vaticano II, quiere que sean los obispos diocesanos, y no los propios sacerdotes, quienes regulen la facultad de usar el Misal Romano y los demás libros litúrgicos precedentes a la reforma litúrgica en sus propias diócesis. Y afirma que la única expresión de la lex orandi del rito romano son los libros litúrgicos promulgados por los santos pontífices Pablo VI y Juan Pablo II.

Pasada la Navidad, nos situamos en el camino de la Pascua. ¿Cómo debemos transcurrir por este camino?

Siguiendo la gran pedagogía y escuela eclesial del año litúrgico. Me da la impresión que nuestras programaciones pastorales y personales han olvidado el cursus eclesial del año litúrgico. Y quisiera reivindicar el valor del año litúrgico como camino marcado por la Iglesia para conducir la vida de todo cristiano. La riqueza de la Liturgia de las Horas, la gradualidad de las celebraciones del Calendario, la hermenéutica eclesial de las lecturas bíblicas distribuidas a lo largo de los diversos ciclos litúrgicos… es una pedagogía, bien experimentada por la Iglesia durante muchos siglos, para que los fieles puedan vivir y adentrarse en el misterio de Jesucristo. ¡Bien fácil y sencillo: celebrar y vivir lo que la Iglesia nos indica cada día del año!