«Dejad que los niños se acerquen a mí»

Antoni Vadell Ferrer, obispo auxiliar de Barcelona

Siempre me ha parecido impresionante esta escena en la que Jesús dice a sus discípulos que dejen que los niños se acerquen a Él (Marcos 10,13-16). Es sabido que en tiempo de Jesús los niños no contaban para nadie. En cambio, el evangelio nos descubre un Jesús que desea estar con los niños y dedicarles tiempo: «Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos» (Marcos 10,16).

Y si esto resulta sorprendente, todavía más lo es el hecho de que Jesús los pusiera como ejemplo, y nos diga «En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él» (Marcos 10,15).

¿Qué podemos aprender de los niños? Puesto que Jesús los pone como modelo para entrar en el Reino, me atrevo a responder desde la experiencia personal de haber tratado a muchos niños y niñas en las parroquias, en la catequesis, en la escuela, en los campamentos y colonias…

Aprendemos de las niñas y los niños

Aprendemos a jugar. Los niños viven jugando, y en el juego pueden llegar a ser muy creativos. Por eso siempre me deja perplejo cuando alguien dice que la catequesis no es juego… ¡Qué concepto más equivocado tenemos de la catequesis! La iniciación cristiana de los niños y niñas pasa por el juego, como medio para llegar a su corazón.

Nos pueden contagiar sensibilidad. Los niños suelen tener una sensibilidad muy aguda, y son muy cercanos. Suelen notar cuando una persona sufre. Normalmente no entiende por qué su madre, su padre o alguien cercano sufren, pero lo sienten.

Están atentos al relato. Una narración les cautiva, así como una película. Por eso la catequesis de niños debe ser muy narrativa, y menos conceptual. También el Señor les debería contar relatos y parábolas a los niños, y quedaban boquiabiertos. Recuerdo una anécdota, cuando era responsable de pastoral en una escuela religiosa. Teníamos una imagen de la Virgen Asunta muy grande en la capilla. Estaba elevada, sostenida por tres angelitos. Con los niños íbamos a visitarla.

En una ocasión en la que se encontraban reunidos todos los niños y niñas de educación infantil (unos 150 de 3 a 4 años), les invité a cerrar los ojos e imaginar, en silencio, que eran uno de aquellos angelitos que se asían a la Virgen. De repente, uno interrumpió el silencio diciendo: «¡Qué relajante!». Pensé: este niño está volando con la Virgen. Y es que los niños entran en el relato, haciendo uso de la imaginación, «como si presentes se hallasen», como diría san Ignacio.

Nos enseñan a vivir el presente. Ellos no están obsesionados en programar el futuro, ni son esclavos del pasado… viven ahora.

Tienen una gran sensibilidad espiritual. Incluso niños que han nacido en una familia no creyente, en muchas ocasiones muestran un gran afecto a la oración, al silencio, a hablar con Jesús. Si hemos tenido ocasión de hacer experiencias de oratorio, sesiones de suscitación de la fe, uno queda admirado de la respuesta de algunos niños, de su actitud hacia las experiencias con el sagrado.

Todo ello hace que, desde siempre, los niños hayan sido para la Iglesia un sujeto muy abierto a la evangelización. Es verdad que dependen de los padres, y a menudo la evangelización de los niños pasa también por el anuncio de la fe a sus padres, pero esto no impide que los niños sean sujetos primeros del anuncio, muy abiertos al despertar de la fe y al encuentro con el Señor.