José Antonio Goñi: Con gestos, con símbolos

Mercè Solé entrevista a José Antonio Goñi.

Días de pandemia y confinamientos en los que nos vemos obligados a renunciar al contacto físico y en los que la presencia y la comunicación se expresan como pueden: en la distancia virtual o en la cercanía sin rostro, mejor dicho, tras una máscara. Un buen momento, sin duda, para reflexionar sobre un aspecto de la comunicación que solemos dar por hecho: el lenguaje gestual y el simbólico. Para ello nos ponemos en contacto con José Antonio Goñi, párroco de San Saturnino, en Pamplona, y profesor de liturgia del Pontificio Instituto de San Anselmo, en Roma y miembro, hasta hace muy poco, del consejo de redacción de Galilea.153.

Los de mi generación, que estamos ya en la frontera de la jubilación, nos hemos esmerado en poner el acento en lo racional, menospreciando un poco tanto el gesto como el símbolo, que nos parecían abarrocados y sin significado.

Sí, pero lo cierto es que el lenguaje verbal no encierra toda nuestra expresividad, porque no somos tan solo mentes andantes. Continuamente estamos plagados de gestos y de símbolos, que en estos momentos de pandemia echamos de menos. Cuando se te muere un familiar agradeces una palmada en la espalda o un abrazo. Y cuando vamos a ver una carrera de atletismo sentimos complicidad con el gesto de victoria que el ganador hace con los dedos. Y cuando queremos hacer un regalo, vamos más allá del regalo en sí mismo: lo envolvemos, le ponemos un lazo, le buscamos una bolsa chula. Cuando queremos asentir o reconocer que algo ha sido bueno, aplaudimos.

También el lenguage no verbal

¿Este lenguaje, más allá de las palabras, es universal? ¿Sirve para todas las generaciones en todas partes?

Sí y no. Hoy día alguien en Suecia sube a la plataforma tiktok un vídeo con un determinado gesto y probablemente se difunda con gran rapidez, de modo que algunas realidades simbólicas se extienden de forma vertiginosa. Pero los que no comparten este lenguaje quedan totalmente aparte. Hay una estratificación generacional. Un amigo nos enseñaba el otro día un casete por estrenar que encontró en casa de su suegra: los más jóvenes no sabían lo que era.

Lo mismo nos puede pasar en la liturgia. Algunos de los gestos y símbolos que usamos seguramente tenían una gran resonancia cuando fueron incorporados, pero ahora a veces hay que explicarlos, lo que no deja de ser problemático. Aunque es cierto que lo que no se valora en una época puede valorarse de nuevo en otra. Es lo que ocurre con la presencia física en comunidad. Y al revés. Hubo un tiempo en que lo que tenía un elevado valor simbólico era reunirse mirando hacia el lugar donde salía el sol. Porque les daba luz e iniciaba el día. Más que el hecho de reunirse, se valoraba estar «orientados», es decir, mirar a Oriente. Hoy, en cambio, aunque hacemos vida de día no necesitamos la luz del sol para funcionar. Y después del aislamiento que sufrimos, sin duda «encontrarnos de nuevo» tiene un gran significado, y nos sentimos llamados a un entorno circular que realce el sentido de comunidad.

Algunos de los gestos y símbolos que usamos seguramente tenían una gran resonancia cuando fueron incorporados, pero ahora a veces hay que explicarlos, lo que no deja de ser problemático.

No siempre percibimos el símbolo que tenemos delante. Cada sacramento tiene su simbología. El símbolo del agua en el bautismo nos remite a lo que da vida, a lo que purifica, que calma la sed, que nos haría renacer.

Tal vez la desconexión que los urbanitas experimentamos respecto a la naturaleza nos impide reconocer algunos símbolos muy universales…

No hay que perder de vista que en toda cultura o realidad, el lenguaje simbólico hay que aprenderlo. Determinados códigos, por naturales que sean, te los tienen que enseñar. Y en la liturgia también ocurre.

Signos de nuestra liturgia

¿Cuáles son los signos más significativos de nuestra liturgia?

En principio debería decir que el símbolo más importante es el de compartir la mesa, el pan y el vino que se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús. Jesús no utilizó signos complejos, sino que el símbolo de que Jesús se hiciera pan, se convirtiera en alimento, presente en el pan y en el vino, es un simbolismo muy claro. Ese es uno de los signos más significativos.

Aunque a veces los signos son ambivalentes. Nuestra forma de vivir la reunión adolece de individualismo. A veces estamos juntas 60 o 100 personas, buscando satisfacer una espiritualidad personal de forma individual y sin conocer nada de nuestros vecinos de asamblea, y se nos escapa el sentido último de la Eucaristía. Cuando los primeros cristianos celebraban decían «nos reunimos para la fracción del pan». No decían «voy a misa yo». Y nos reunimos para la fracción del pan porque compartimos el pan de Cristo.

Cuando no hay formas individuales, esto es más fácil de comprender, porque cada uno recibe una pieza del puzzle. Nos sentimos vinculados unos a otros y a Cristo, que se ha roto y partido por nosotros. El pan y el vino nos llevan a reunirnos y hace referencia a que somos comunidad, Iglesia.

Cuando los primeros cristianos celebraban decían «nos reunimos para la fracción del pan». No decían «voy a misa yo».

A veces cuando nos piden que expliquemos símbolos de la liturgia, empezamos a hablar de inciensos y de colores. Estos son símbolos más transitorios, pero en cualquier familia litúrgica de cualquier tiempo encontrarás siempre el pan y el vino, y la reunión de la asamblea para celebrar.

¿Qué podemos hacer para percibir mejor los símbolos?

Es que usamos los símbolos de forma tan escasa, que no facilitamos su comprensión. Usamos el símbolo del agua, pero cuando bautizamos caen tres gotitas. Usamos el símbolo del pan y del vino, pero ponemos formas individuales y no permitimos comulgar con el vino. Usamos el símbolo de que nos reunimos, pero estamos pocos en misa y dispersos en un gran templo. De este modo impedimos que los símbolos se expresen por sí mismos.

O incensamos el leccionario en un determinado momento, lo besamos, se bendice con él a la asamblea, y terminados esos ritos se deja en cualquier lugar como si fuera un pisapapeles. El otro día una amiga me decía con dolor que había perdido la perla de un pendiente. Con aquellos pendientes se había casado. Y con aquellos pendientes se había casado antes su madre. Estos pendientes, que finalmente encontró, tienen un valor económico pero su valor simbólico lo supera con creces. Seguro que cuando no los usa, no los tiene por ahí tirados sino que los guarda con cariño y los deja bien colocados en su estuche.

Decimos que el incienso perfuma, pero usamos un incienso del que sale poco humo y que no huele muy bien, decimos que el agua nos recuerda el bautismo, y asperjamos sin apenas agua.

Es muy claro saber si un signo es significativo. Basta con ver si para los niños es importante o no. Tengo una sobrinita que solía llevar de monaguilla con cinco años. Su madre me contaba que a veces se ponía en casa a cantar el aleluya. Y para hacerlo se pone la manta del sofá. Porque ha interiorizado que cuando yo celebro y canto el aleluya llevo otras ropas. Es decir, este canto no es un canto de la calle, no se canta de cualquier manera. Es su forma de entenderlo.

Me da la sensación de que, por lo menos en mi ambiente «civil», lo sagrado y lo cristiano tienen mala prensa, mientras que lo espiritual se acepta mucho mejor. El signo de la cruz puede causar rechazo, pero ante una inclinación «zen» no se ponen obstáculos.

Siempre cuento que me llamó la atención cuando estuve de joven en Taizé. En la vigilia del sábado, en aquella carpa estábamos 5.000 o 6.000 jóvenes con nuestras velitas, cantando aquellos cantos repetitivos, a media luz, y el prior de la comunidad encendió su vela y pasó la llama a los de su alrededor y poco a poco la luz se fue distribuyendo a todos. Fue sobrecogedor, a mí se me saltaron las lágrimas. Yo pensé, si esto lo hacemos en nuestras parroquias, hubiera habido antes una monición explicando el qué y el por qué… y sin lugar a dudas hubiéramos fastidiado el gesto.
Decimos que el incienso perfuma, pero usamos un incienso del que sale poco humo y que no huele muy bien, decimos que el agua nos recuerda el bautismo, y asperjamos sin apenas agua.

La necesidad de dar sentido a lo que vivimos sí que es universal.

Conectar con los jóvenes

¿Cómo conectar con la gente más joven, como traspasar generacionalmente todo este tesoro de significación, cómo hacerlo en la época del tiktok?

Pues no lo sé. Debemos esforzarnos por conectar con los más jóvenes a partir de su lenguaje, como hace por ejemplo Dani Pajuelo, pero no estoy seguro de que según qué cosas puedan transmitirse por esa vía. El problema es que algunos de estos lenguajes son tan difíciles para nosotros y a la vez tan volátiles que el esfuerzo que hacemos no siempre obtiene buenos resultados. Cuando nosotros conseguimos llegar, ya ha cambiado. Aunque si consigues conectar, es posible que los mismos jóvenes lo refieran a otros con su propio estilo. Porque la necesidad de dar sentido a lo que vivimos sí que es universal.