Carles Cahuana: la misa por televisión

Hoy en día, en nuestro contexto social y cultural, es significativo que un programa religioso tenga tanta audiencia. El perfil mayoritario es gente mayor y religiosa, y también personas con enfermedades y discapacidades que les impiden asistir a la iglesia. A pesar de ello, sabemos que hay un grupo importante de espectadores que, aunque no sean creyentes, siguen regularmente la misa.

Este es el punto clave. Seguir la retransmisión de la misa por televisión nunca podrá considerarse igual que participar de la celebración de la Eucaristía de manera presencial. De la misma manera que sería incomprensible celebrar un aniversario familiar de manera virtual pudiéndolo hacer presencialmente, con más razón la Eucaristía, que es encuentro con el Señor, con los hermanos y con la Iglesia, solo se puede vivir plenamente participando físicamente. Ahora bien, la retransmisión de la misa es, para muchos, la única manera de poder participar. En este caso es una gran ayuda.

Seguir la retransmisión de la misa por televisión nunca podrá considerarse igual que participar de la celebración de la Eucaristía de manera presencial.

Sí, y, de hecho, animamos a que se viva así. Una parte muy importante de la misa es la liturgia de la Palabra. Muchas personas pueden experimentar dificultades para escuchar de manera clara la proclamación de las lecturas, ya sea porque tienen dificultades auditivas, o bien por las características sonoras del templo. En cambio, desde casa pueden ajustar el volumen a sus necesidades. Mucha gente escucha desde casa las lecturas y luego, cuando van a sus iglesias, las pueden entender mejor. En este sentido, la retransmisión de la misa por televisión puede ser una ayuda para vivir mejor después su celebración.

Como en cualquier misa, el sentido de comunidad es muy importante. En esta línea, contamos con las religiosas de la congregación Pureza de María, los miembros del coro de cantores y sus familiares… Otra cosa importante es que haya una estabilidad del espacio. El hecho que siempre lo hagamos en el mismo lugar, con las mismas religiosas, el mismo presbítero, el mismo diácono, ayuda a vivir el sentido de comunidad de una cierta «parroquia».

La televisión tiene la capacidad de acercar el espectador a lo que se está retransmitiendo. En nuestro caso, la distancia que hay entre el primer banco de la iglesia y el celebrante nunca es como la que hay entre la televisión y la persona que está viendo el programa, que no debe ser de más de metro y medio. Si, además, los productores de televisión hacen planos cortos, eso acerca mucho a quien están enfocando. Todo esto crea una proximidad y hace que el espectador sienta que te diriges a él directamente. El hecho de que se pidan peticiones concretas para difuntos y aniversarios de gente mayor hace que muchos familiares estén pendientes ese día de la misa. Y algunos de ellos siguen viéndola después. Por tanto, es una oportunidad evangelizadora.

Fotografía: «La Missa», programa de RTVE, del 7 de abril. Presidió la celebración Mons. Francesc Conesa, obispo de Solsona. Cantos a cargo del coro parroquial de María Auxiliadora, de Mataró.

La liturgia es y debe ser exactamente la misma. Lo que es propio y característico, a diferencia de otra celebración, es el ceñimiento a la duración exacta, en nuestro caso 48-50 minutos. Como es una conexión en directo, una vez acabada, tienen que volver a conectar con la señal del resto del estado. Debemos procurar siempre que la emisión en directo no se acabe antes de la bendición final y la despedida, porque crearía una sensación extraña de una interrupción de la misa.

Durante la preparación de la homilía tengo presente sobre todo a las personas mayores e impedidas, las que viven en una residencia de abuelos o solas en casa, pero también pienso en las personas que están las acompañando en ese momento: cuidadores, hijos y nietos. También en las personas que no son creyentes y que en un momento dado nos siguen. No sabes nunca dónde puede llegar el mensaje evangelizador.

En la homilía tengo en cuenta sobre todo a las personas mayores e impedidas, pero también a sus familiares y acompañantes

Alguna vez me han preguntado si no sería más práctico grabar diez misas de golpe. Quizás sí que lo sería, pero carecería de sentido. La misa por televisión no es una producción televisiva que quiera ser una misa, sino que se trata de una misa auténtica que se retransmite. Estamos celebrando la Eucaristía, no un programa cualquiera. Y, por tanto, no podemos estar delante de una televisión como si miráramos una película, sino participando de lo que está sucediendo en ese momento. Por eso tiene que ser en directo.

Lo hago a menudo. A veces hay un exceso de prudencia, de no querer molestar. Precisamente, la atención a los enfermos y ancianos es una de las obligaciones pastorales de los presbíteros, religiosos y laicos que tienen esta misión encomendada. Por eso animo a la gente a llamar a la parroquia para pedir el sacramento de la penitencia o de la comunión. Me consta que hay personas voluntarias que llegan a casa durante la misa para que la persona pueda comulgar en el preciso instante de la comunión. Es el signo que nos recuerda lo que estamos celebrando.

El documento quiere ser, sobre todo, una respuesta a la proliferación de emisiones por internet a raíz del Covid, porque eso, que tuvo sentido en un momento determinado, quizás ahora debería reconsiderarse. El peligro es siempre el de la comodidad, es decir, el de seguir la misa por televisión o por internet y no ir a la parroquia cuando no hay impedimento alguno para ello. Y eso sabemos que no debe ser así. El documento también hace una serie de recomendaciones como que la emisión debe ser en directo o debe hacerse en un lugar sagrado, no en un plató.