Alabanza y amén

(M. Àngels Termes, editorial núm. 5) El Concilio Vaticano II ha sido fundamental en mi vida, hasta el punto que no sé si sin este acontecimiento hubiera aceptado la fe que me transmitieron mis padres.

Y uno de los aspectos que más me han influido es lo que dice la constitución sobre liturgia: «Los pastores de almas deben vigilar para que los fieles participen en la liturgia consciente, activa y fructuosamente».

En este número explicamos qué significa participar, tratamos de la participación de los pobres, los enfermos, los niños, de cómo la comunicación es también participación y de cómo ampliar nuestro horizonte a la Iglesia universal y celestial.

Yo me limitaré a remarcar la participación de los fieles en tres respuestas de la Eucaristía.

En primer lugar, las dos respuestas que decimos después de la proclamación de las lecturas –Te alabamos, Señor y Gloria a ti, Señor Jesús– con las que expresamos nuestra alabanza al Señor porque acaba de hablarnos, acaba de enviarnos un mensaje de vida.

  • Personalmente, si el mensaje que he recibido me produce alegría, me ayuda a entender algo… a la acción de gracias uno la alabanza.
  • Si me conduce al compromiso, a hacer alguna acción, a tomar decisiones… uno a la alabanza la petición de fuerzas para llevarlas a término.
  • Pero si, como me pasa a menudo, me he distraído y no he acogido el mensaje que me ha enviado el Señor… a la alabanza uno la petición de benevolencia a Dios.

Otra respuesta es el Amén al final de la plegaria eucarística. Decimos este Amén después de la aclamación que el sacerdote dice mientras eleva el cáliz y la patena.

Amén es una palabra que a menudo asociamos a la sumisión, pero los Amén de la liturgia siempre son afirmativos, expresan la adhesión profunda a lo que se acaba de decir.

Y en este Amén concreto, en una sola palabra:

  • Damos gloria al Padre
  • Por la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo
  • Y por el Espíritu, que posibilita dos cosas:
    • realizar el memorial de la Pascua del Señor
    • y que los que nos hemos reunido formemos comunidad,
      pueblo de Dios, Iglesia.

Me gusta especialmente este Amén cuando lo cantamos… me ayuda a darle todo su sentido.

Son solo tres respuestas que condensan el sentido de la liturgia de la Palabra y de la liturgia eucarística. A mí, que muy a menudo caigo en la rutina y estoy en la iglesia de cuerpo presente pero con el espíritu ausente, me ayudan a resituarme y a hacer que el regalo que nos hizo el Concilio a los fieles, el de participar en la liturgia consciente, activa y fructuosamente, no quede en agua de borrajas.

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