El otoño nos invita al silencio

(M. Àngels Termes, editorial núm. 4)  Después del todo el ruido y el ajetreo del verano, el otoño, con la naturaleza que poco a poco se va despojando y con las noches cada vez más largas, nos invita al silencio.

Aunque nuestra sociedad quiera marginar al silencio y aunque ya antes de diciembre llenará nuestras calles de luces para ahuyentar la oscuridad y de grandes altavoces que no nos lo dejarán saborear, estas páginas quieren ser una invitación a reencontrarlo.

Reencontrar el silencio para orar, para hablar y escuchar a Dios.
Reencontrar el silencio para pensar, para entendernos a nosotros mismos.
Reencontrar el silencio para escuchar a la naturaleza, para descubrirla.
Reencontrar el silencio para cultivar algunas actitudes hacia los demás:
para escuchar,
para agradecer,
para pedir perdón,
para perdonar,
para acariciar,
para amar,
para educar a los niños y niñas,
para estar junto a los jóvenes
para acompañar a las personas enfermas y ancianas,
para llorar con el mundo que sufre…

Reencontrar el silencio para acoger al Niño-Dios que ha de nacer:

«Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real» (Sabiduría 18,14-15)

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