Vittorio Scelzo: envejecer mirando al futuro

El papa Francisco ha instaurado la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. Vittorio Scelzo nos habla de ello.

Entrevista de Carme Munté Margalef

Desde el minuto cero de su pontificado, el papa Francisco ha criticado la cultura del descarte, que margina a las personas que no son productivas, entre ellas, los ancianos. Y para ponerlos en el lugar que les corresponde, ha instituido la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, con motivo de festividad de santa Ana y san Joaquín.

Durante el pasado año, además, dedicó una serie de catequesis sobre el sentido y el valor de la vejez, en las que habló de un tema tan importante como es el de la alianza intergeneracional: «Si los ancianos se repliegan en su melancolía y renuncian a soñar, los jóvenes no podrán ver más allá de su smartphone». Por contra, «los ancianos están llamados a comunicar sus sueños, para que a partir de ellos los jóvenes puedan ensanchar horizontes y tomar decisiones que abran caminos de futuro».

También el Dr. Vittorio Scelzo, responsable de la pastoral de las personas mayores en el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida del Vaticano, tiene grandes sueños para los ancianos.

Dice el papa Francisco que «una sociedad muestra su nivel de civilización por la forma cómo trata y acoge a los ancianos». Desde esta perspectiva, ¿cómo definiría a nuestra sociedad?

Lo que dice el Papa es muy importante y me gustaría subrayar que la frase original es del papa Benedicto, que la dijo a pocos meses de su renuncia. ¡Es magisterio de dos papas! Si tuviéramos que medir el nivel de civilización de nuestra sociedad por cómo trata y acoge a los ancianos, habría muchas cosas que decir. Desde el principio de su magisterio, el papa Francisco habla de los descartados y, en este sentido, un colectivo descartado es el de los ancianos. Hemos visto cómo la sociedad los trató durante la pandemia del Covid-19, con tantos ancianos muertos en soledad en las residencias. Si miramos cómo los ancianos son descartados, entendemos bien que por delante tenemos un gran trabajo.

¿Cuáles son las principales problemáticas que marginan a los mayores: soledad, brecha digital…?

La brecha digital es un gran problema, porque la sociedad se convierte en inaccesible para los mayores. En muchos casos hay derechos que no se pueden disfrutar y, en este sentido, hay un gran trabajo que hacer para que el mundo digital sea accesible a los mayores. Dicho esto, yo diría que todavía la soledad es el mayor desafío. En la familia hay una crisis horizontal de separación entre matrimonios, pero también vertical, con una gran brecha entre los padres mayores y los hijos adultos. Esto también es una línea divisoria que atraviesa nuestras familias y esto también debe ser abordado. Muchas veces pasa que los hijos adultos abandonan a sus padres, ¡es una lástima! Es necesario que cada uno de nosotros se acuerde del cuarto mandamiento: «Honra a tu padre y tu madre».

Cambia la ancianidad, cambia la sociedad

¿Cuál es la importancia de convivir, como se hacía antiguamente, varias generaciones juntas de una misma familia?

Ese modelo de convivencia de varias generaciones bajo un mismo techo funcionaba cuando los ancianos eran pocos, pero es que hoy en día, en Europa, ya casi son el 25% de la sociedad. Por tanto, hay que pensar modelos nuevos como la convivencia entre ancianos –amigos que comparten sus recursos y se sostienen en sus necesidades– o tantos jóvenes migrantes que cuidan a gente mayor. Hay que trabajar con la fantasía del amor para imaginar soluciones nuevas.

¿Cómo la Iglesia puede favorecer y dar oportunidad para que la gente mayor recupere un lugar central y protagonista? ¿Hay que promover e impulsar una renovada Pastoral de las personas mayores?

El papa Francisco nos indica que la Iglesia tiene que hacer un gran trabajo de conversión para situar a los ancianos como centrales en la vida de las comunidades cristianas. Lo primero es darse cuenta de que la realidad ha cambiado de una manera radical. No podemos seguir pensando que los mayores son personas que necesitan nuestro cuidado. Los mayores constituyen la mayoría de la gente que va a misa el domingo. Por tanto, lo que tenemos que hacer es pensar cuál puede ser su misión dentro de la comunidad. Cuando seamos capaces de entender que los ancianos son necesarios y que tienen una misión y papel central dentro de la comunidad, dejaremos de descartarlos. En este sentido, un instrumento muy útil son las catequesis que el Papa dedicó el año pasado a los mayores y en las que intentó desarrollar una espiritualidad de la vejez. En la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores del año pasado nos recordó que todos sabemos que vamos a envejecer, pero que nadie nos enseña cómo hacerlo, no hay escuelas para envejecer. Por eso, hay la necesidad de desarrollar una espiritualidad propia de la edad anciana.

¿Cuál es el protagonismo y aportación concreta de los mayores como transmisores de la fe a las nuevas generaciones?

En este tiempo de guerra en Ucrania y en otros lugares del mundo, los mayores tienen el gran reto de recordar la importancia de luchar por un mundo en paz. El desafío más importante de nuestros abuelos fue construir una Europa en paz. Eso fue posible después de la derrota total que supuso la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, los ancianos tienen la misión de recordar a los jóvenes que se puede construir un mundo en paz, un mundo donde los derechos sean respetados, donde se refuercen los valores democráticos, donde la Iglesia tenga una palabra para todos, especialmente para los pobres. También los ancianos tienen la misión de enseñar a perder, a entender que no siempre podemos vencer todas las batallas, que en toda vida hay muchas derrotas que tenemos que saber aceptar, porque las derrotas también forman parte de la vida, pero no son el fin de la vida. Que se puede seguir agradeciendo también si no todo va como habíamos imaginado. Que el centro no soy siempre yo y que vale la pena tener cuidado de los demás.

Mantener vivas las raíces y transmitir la fe

¿Qué acciones y gestos, como enseñar las oraciones básicas, pueden ser germen de fe?

El Papa insiste mucho en la importancia de mantener vivas las raíces del pueblo, de la familia, y transmitir la fe, también las oraciones. Sin embargo, hay que tener claro que los jóvenes no rezarán como lo hacían sus abuelos hace cincuenta años, porque la fe tiene que ser inculturada y transmitida a las nuevas generaciones con su propio lenguaje. Lo que tienen que comunicar los abuelos a sus nietos es la ternura, el abandono y la confianza en Dios, la fragilidad, los sueños, la paz.

¿Enseñar en la fragilidad y la vulnerabilidad choca con nuestra sociedad, que se cree invencible y autosuficiente?

En cualquier momento todos podemos descubrirnos vulnerables y es en ese momento cuando nos damos cuenta de que formamos parte de una hermandad, de que todos somos hermanos. Las personas necesitamos a los demás y necesitamos a Dios, no nos bastamos por nosotros mismos. En este sentido, los ancianos pueden enseñar a sus nietos a rezar. No se trata de enseñarles el rosario, sino de encomendarse al Señor, de entender que necesitar a los demás no es ninguna vergüenza. Todos somos seres necesitados de ser sostenidos por Dios.

¿Cuál es el testimonio del papa Francisco, que a sus 86 años dirige e inspira el presente y futuro de la Iglesia católica?

El papa Francisco es un anciano que construye sueños. Pienso en el mensaje de paz que llevó al Congo y Sudán del Sur en su viaje del 31 de enero al 5 de febrero. En el gesto que tuvo en el Vaticano de besar los pies a los líderes enfrentados en Sudán del Sur con el fin de alentar el proceso de paz en el país africano. También en todos sus mensajes para pedir el final de la guerra en Ucrania. El papa Francisco en un profeta, porque mira al futuro con los ojos de Dios.

Las sociedades occidentales cada vez están más envejecidas. ¿Cómo influirá en la propia Iglesia?

El envejecimiento de la población atañe a toda la sociedad, también a la Iglesia. El reto es aprender a envejecer mirando al futuro y no al pasado, envejecer de una manera soñadora y no nostálgica ni recriminadora. El Papa nos enseña que se puede mirar al futuro y que el viejo puede renacer como le dice Jesús a Nicodemo. Durante un encuentro con asistentes al primer Congreso Internacional de Pastoral para los Ancianos, les dijo: «Vosotros sois las personas del futuro, no del pasado. Me gusta decir a los jóvenes que no son el futuro de la Iglesia, sino el presente; y que los ancianos no son el pasado, sino el futuro». Además, eso es verdad de una manera muy concreta, porque el futuro de la Iglesia estará lleno de ancianos.

Vittorio Scelzo

¿Qué inspiración podemos encontrar en los ancianos y los grandes patriarcas de la Biblia?

A sus 75 años Abraham dejó su casa y empezó su peregrinación hasta la tierra prometida. El libro de Rut es muy inspirador, porque vemos la relación tan cariñosa entre una nuera, Rut, y su suegra, Noemí. Con Noé, un hombre viejo, Dios decidió construir una nueva alianza con el mundo. Por otra parte, mirando la historia de Noé vemos la falta de respeto de sus hijos, algo, desgraciadamente, tan habitual hoy en día. En el salmo 71 leemos esa oración del anciano: «Dios mío, me instruiste desde mi juventud, | y hasta hoy relato tus maravillas; ahora, en la vejez y las canas, | no me abandones, Dios mío, | hasta que describa tu poder, | tus hazañas a la nueva generación». En la Biblia encontramos otras muchas referencias, como cuando Jesús le dice a Simón Pedro: «En verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras» (Juan 21,18).