Màrion Roca: mujeres en lugares de responsabilidad en la Iglesia

«Noté el peso de la responsabilidad por el cargo, no por ser mujer».

Entrevista de Carme Munté Margalef y fotografías de Antoni M. C. Canal.

Las mujeres van ocupando lugares de responsabilidad y de toma de decisiones en la Iglesia, como Màrion Roca Sagués, que hace más de tres años que se convirtió en la primera mujer que ocupa el cargo de Secretaria General y Canciller del arzobispado de Barcelona. Un trabajo de despacho y de puertas adentro, que es como la caja de resonancia del latido de la vida diocesana, con vocación de salida, como indica el mismo Plan Pastoral Diocesano «¡Salgamos!» (Barcelona). Una tarea tan sensible como desconocida, consistente en dar fe y gestionar todos los documentos, trámites y actas de la Curia. También cuida de que todo se custodie pertinentemente en el archivo de la Secretaría General.

Màrion Roca (Barcelona 1966) nos recibe en su despacho del Palacio Episcopal, una estancia espaciosa, desde donde trabaja estrechamente con un equipo de ocho personas. Junto a la mesa tiene una ventana con una panorámica privilegiada del fragor diario del Pla de la Seu en Barcelona, recordatorio persistente de que todo el papeleo que ha de gestionar y custodiar no tiene sentido si no es para incidir en la vida y las necesidades concretas de las personas.

El clero, un colectivo de hombres

¿Cómo es trabajar y tener un cargo de responsabilidad en medio de un colectivo, el clero, formado por hombres?

No me ha supuesto ningún problema especial. El colectivo del clero lo conozco ya hace muchos años, y me siento a gusto y trabajo con él con toda confianza. Intento en él sembrar empatía, también, ganas y optimismo. En la curia, el cardenal, los obispos auxiliares, los vicarios episcopales, el provicario, el vicario judicial y los otros cargos son de fácil trato. ¡También trabajo al lado de muchas mujeres! Los presbíteros son hombres, sí, pero no me resulta más difícil que tratar con mujeres. Somos personas, cada uno es como es, y aquí radica el esfuerzo: intentar estar ahí para todos, hombres o mujeres, no es problema especialmente relevante.

Ha sido la primera mujer en ocupar este cargo en la Curia de Barcelona. ¿Sintió una responsabilidad añadida por el hecho de ser mujer?

Noté el peso de la responsabilidad por el cargo, no por ser mujer. La verdad es que ni pensé en esto de ser mujer. Sentí un gran impacto por lo que significaba la sorpresa, la responsabilidad y el hecho de que me «tocara» a mí ser la Secretaria General y Canciller, como lo había sido mi antecesor y maestro, D. Sergi Gordo, durante 12 años, quien fue nombrado obispo auxiliar de Barcelona (2017). Quedé muy sorprendida cuando el señor cardenal me llamó y me lo dijo. Con el tiempo he ido gestionando esta sensación y haciéndome cargo de la tarea que había intuido en cuarta línea y que ahora percibo más en primera o segunda. Con mucha humildad y aceptando el reto también de amar a la Iglesia desde esta nueva tarea. Por otro lado, ya había Secretaria General y Canciller en otras diócesis de Cataluña (Girona, Tarragona, Solsona…). Esto me dio confianza, francamente. ¡Ahora le tocaba a Barcelona! El Sr. Cardenal Arzobispo confió en mí y yo le estoy agradecida.

Fan del papa Francisco

El papa Francisco está nombrando mujeres para cargos de responsabilidad. ¿Son pasos valientes que, además, marcan las dinámicas de las Iglesias locales?

¡Es evidentemente que son pasos valientes! ¡Son muy buenas noticias! El papa Francisco es muy valiente y confía en las personas, independientemente de ser hombres o mujeres. Rompe moldes nombrando a quien cree que lo puede hacer mejor. Va sembrando, haciendo camino, paso a paso, seguro de lo que significa esta transformación, avanzando hacia una realidad inapelable. Imagino que no debe ser nada sencillo para él, y quizá no todo el mundo entiende su mensaje transformador. ¡A mí me anima mucho! Soy «fan» del papa Francisco, de verdad. Esto moviliza a las Iglesias locales. ¡Naturalmente! Nos hace de espejo y nos da pistas para seguir.

Ahora mismo el papa ha nombrado a una mujer miembro de la Secretaría del Sínodo de los Obispos (con voz y voto), también ha nombrado a otras mujeres en lugares importantes de responsabilidad en dicasterios de la Curia Vaticana. Nunca nadie lo había hecho hasta ahora. También me ha alegrado especialmente que una mujer seglar sea por primera vez Secretaria General de la Conferencia Episcopal Alemana. En nuestra archidiócesis tenemos delegadas diocesanas, directoras de secretariados, secretarias del Consejo Pastoral Diocesano, miembros de comisiones diocesanas y otros cargos en lugares de responsabilidad. Todos sumamos y hacemos Iglesia.

Hace ya más de 25 años que trabaja en la archidiócesis de Barcelona. ¿Ha visto un cambio significativo en la confianza en los laicos y, más concretamente, en las mujeres?

Me inicié muy joven, de estudiante, en el Archivo diocesano. Después trabajé en la biblioteca del Seminario Conciliar, más tarde en la Delegación Diocesana de Misiones y, finalmente en la Secretaría General. Siempre, en todos los lugares donde he estado colaborando, lo he hecho estrechamente con otras mujeres (algunas, grandes referentes para mí). Con los años se ha ido visibilizando más la responsabilidad de las mujeres. La mujer había hecho un trabajo más silente, de servicio y, poco a poco ha ido tomando una responsabilidad más visible. Debemos ponerlo en valor con toda naturalidad y ganas de seguir avanzando en este sentido. Por otro lado, la realidad nos empuja y entiendo que los laicos han de tener un papel cada vez más relevante, de colaboración estrecha con el clero.

La sinodalidad, caminar juntos

La sinodalidad que pide el papa Francisco, ¿se plasma en la realidad diocesana? ¿Hay pasos a dar en este sentido?

Creo que sí. Y que ya los hemos dado y los estamos dando. Se trata de caminar juntos, de escuchar al otro siendo una Iglesia implicada que vela por los más necesitados y que escucha. Que haya una unión en la participación, una acción participativa más comunitaria. El Plan Pastoral Diocesano «¡Salgamos!» responde a esta idea. No es una visión estática, es una Iglesia que camina, que nos pide participación y que también nos pregunta. Es necesario un trabajo personal y también un trabajo sinodal, revitalizar organismos de participación, hablar de los consejos y de la implicación de todos, salir y dar testimonio.

El trabajo de la Curia suele ser de puertas adentro, no trasciende públicamente, pero ¿cuál es su importancia para la buena marcha pastoral de la diócesis?

El trabajo de la Curia efectivamente es de puertas adentro. No se ve. Es quizá particular a los ojos de los que se lo miran desde fuera y pide una amplia comunicación interna y circuitos documentales bien delimitados. Saber trabajar en equipo es fundamental. Conviene compartir la información y buscar la empatía y el diálogo para atender las demandas que nos llegan de los presbíteros, de las parroquias, delegaciones y secretariados, también instituciones y particulares. En todos los consejos de curia, las diversas reuniones, la coordinación de los equipos… Por otro lado, siempre me parece que el Palacio Episcopal es dónde trabajamos, pero que el mundo real está afuera. No hemos de perder nunca esta visión, que va más allá de nosotros: trabajamos para la gente que camina por la calle y que veo desde mi despacho. Hemos de comprender, escuchar, salir a ver qué pasa y qué necesidades hay.

¿El cargo le da una visión privilegiada del conjunto de la vida diocesana?

Sí, naturalmente. Esta es una percepción que he tenido especialmente intensa desde que me nombraron Secretaria general y Canciller. Tienes la visión de todo el jardín (no de solo una pequeña parte como antes), ves las dificultades aunque también las enormes posibilidades. Ha sido muy revelador darme cuenta de la complejidad que conlleva tener que cuidar todo el jardín por parte de los que tienen la responsabilidad en la archidiócesis. Las decisiones a veces no son sencillas y conllevan desgaste. Tener tu parte del jardín lozana y cuidada no te vuelve menos responsable de quien tiene su parte más árida y pobre. Con esto quiero decir que la visión privilegiada ahora es la de poder captar todo el jardín que tenemos y poner nuestro grano de arena para que, en su totalidad, crezca fecundo, al servicio de los demás.