Acoger

Artículo de M. Victòria Molins, stj

«Acoger», una palabra clave que me cambió la vida hace ya muchos años.
Es verdad que la palabra puede tener distintos significados sinónimos desde el de abrir nuestro hogar o nuestros brazos a alguien, hasta aceptar o admitir una idea o un consejo de otro. Pero la palabra se me hizo más evidente cuando conocí de muy cerca la pobreza y la marginación.

Y hago referencia, especialmente, al primero de los verbos que el papa Francisco utiliza cuando habla de la Iglesia en salida: «acoger, proteger, promover e integrar» (Fórum Social Mundial de las Migraciones que se celebró en México, el 5-XI-2018, recordando Evangelii Gaudium 24).

El verbo «acoger»

Quiero hablar de las dos vertientes del verbo acoger, a las que haré referencia desde lo que he vivido y vivo, el libro donde he aprendido a vivir la Buena Nueva, el Evangelio.

La primera vertiente es acoger con el corazón. Abrir las puertas de nuestro corazón a todos y en especial a aquellos a los que se han cerrado todas las puertas. A menudo no podemos hacer nada ante algunos casos. Recuerdo, por ejemplo, el de aquel interno en la cárcel que no tenía ganas de vivir, ni veía con ilusión la idea de salir. Y este era su argumento: «Total… si muero, a mí nadie me echará en falta, ni nadie me espera cuando salga de la cárcel…».

Ante una soledad tan terrible y un futuro tan incierto, lo único que yo podía hacer era ofrecerle mi amistad, acogerlo con el corazón. Desde entonces es mi amigo del alma, ha recobrado las ganas de vivir y estamos preparando juntos su salida a la calle, cuando acabe de cumplir la condena. Solo es un ejemplo de los muchos amigos que Dios me ha regalado cuando he abierto mi corazón a sus vidas.

La segunda vertiente es acogerlo con recursos humanos siempre que sea posible. Y es aquí donde quiero referirme al deseo del papa Francisco de convertir algunas iglesias –al menos una céntrica en las grandes ciudades– en «Hospital de campaña, donde todos y en especial los más desfavorecidos puedan encontrar un lugar para curarse de las heridas del cuerpo y del alma».

Santa Ana, hospital de campaña

Así fue como empezamos –hace ya más de dos años– a abrir las puertas de Santa Ana, en Barcelona, una iglesia gótica de gran belleza y muy visitada por los turistas, en un lugar de acogida. Ahora todos aquellos que desafortunadamente abundan en las grandes ciudades, los sin techo, pueden encontrar la acogida del corazón, la de la amistad, la de compartir y vivir comunitariamente, y, siempre que sea posible, la ayuda de recursos humanos para recobrar todo lo que la marginación de la sociedad les ha hecho perder.

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